miércoles, 28 de septiembre de 2016

Apegos o adoctrinamiento

Siempre se ha dicho que los humanos somos reacios al cambio a pesar vivir en un mundo de inevitables cambios constantes, una gran contradicción, seres mentalmente estáticos en un mundo en constante movimiento. Pero lo ideal y para lo que estamos hechos es para fluir junto con ese cambio y cambiar nosotros también. Ese cambio no es tan solo de apariencia física o de lugar, más bien el cambio primordial y más importante es el que se ejecuta en el interior del Ser, en su manera de pensar, sobre todo, y de actuar, sentir y ver la vida, en su forma de madurar y evolucionar, tanto física como emocional y espiritualmente hablando.

Muchas veces ese cambio de personalidad y manera de pensar y ver la vida no se realiza nunca porque nos apegamos a estándares de vida tradicionales, a realidades ilusorias que se fijaron una vez en la mente y quedaron frisadas en el tiempo a pesar de las cosas haber cambiado considerablemente. La estrechez mental y tozudez no nos permiten verlas diferentes, unas veces es el orgullo de vanagloriarnos y no dar nuestro brazo a torcer y otras veces la causa es por nuestra forma cuadrada de ver el mundo, los mismos lados y las mismas aristas siempre y para colmo con los mismos cristales que olvidamos limpiar con frecuencia y nos empañan mas la visión.   


Pero en la mayoría de los casos creo que ese cambio no se presenta o ejecuta por miedo a soltar lo que tenemos bien agarrado y creemos es la mejor opción. Sin apenas intentar otras, las descartamos y no le damos ningún crédito ni valor, mucho menos confiamos en su efectividad, el solo hecho de soltar, ya en sí para muchos es un fastidio tanto interior como externo. Pero más que nada se debe al temor a fallar y dejar camino “supuestamente real” por vereda, aunque muchas veces descubrimos luego, cuando por fin por alguna razón u otra nos vemos obligados a soltar y cambiar, que el camino era solo un comodín o un callejón sin salida, que no era el camino a seguir. 

El hecho de ser animales domésticos tiene sus ventajas, pero lamentablemente también tiene sus grandes desventajas, es difícil soltar la domesticación, nos crían y educan a base de infundirnos temores, sugestionarnos con unas que otras mentiras atroces “supuestamente piadosas”, y crecemos con miedo a probar que también otras alternativas resultan y dan hasta mejores resultados. Por eso es mejor guardarse un cierto grado de rebeldía interior y antes de acatar órdenes y convertirnos en soldados, analizar al menos si vale la pena, el por qué y el para qué formar parte de un escuadrón suicida que termina acabando con nuestras propias vidas sin llegar a saber el verdadero sentido de su existencia.  




Creo que el miedo en grado superlativo, es el mayor enemigo de la humanidad. La mejor noticia es que tarde o temprano por alguna razón que generalmente desconocemos, la vida nos hace tomar el sendero correcto, nos encausa, aunque tenga que ser ruda y dura para lograr que soltemos los apegos y dejemos de aferrarnos a incomodas “zonas de confort”, a conductas y actuaciones automatizadas más perjudiciales que beneficiosas, que lo único que hacen es esclavizarnos mas y mas hasta hacernos esclavos de nuestra autoimpuesta esclavitud. 



La realidad es que así sean apegos o adoctrinamientos, procedemos como pelotones de fusilamientos, que nunca se detienen a pensar en la razón por la cual obedecen y fusilan a personas que generalmente son más inocentes que culpables, lo hacen por simple obediencia a un lavado de cerebro que definitivamente les impidió pensar y razonar por cuenta propia, o por miedo a su propia reacción al confrontar sus temores ancestrales y su falta de control mental y autoridad.

I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

Esta entrada fue publicada en el periódico El Caribe:
ww.elcaribe.com.do/2017/03/18/correo-los-lectores

Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Discípulos y Maestros

Hace unos días que observando a un señor que desde hace años religiosamente hace ejercicios de artes marciales en el parque donde camino, lo escuché explicándole a uno de los vigilantes del orden como se hacen estos ejercicios, le decía que las artes marciales no son un juego (algo muy real), y que los movimientos deben de hacerse estrictamente como manda la disciplina yoga o de la que se trate, sea yoga, tai chi o cualquiera de las tantas que existen.

Eso que escuché, seguido resonó en mi interior y me acompañó durante un tramo de mi caminata, ya que vino a mí el recuerdo de cuando practicaba tai chi hace unos años. Ese recuerdo y lo escuchado me hicieron preguntarme por qué los humanos tenemos siempre que regirnos necesariamente por un líder si cada uno debe de ser su propio líder y además internamente somos diferentes, y lo que le resulta y equilibra a unos, no es lo mismo que necesariamente le resulta y equilibra a otros. 
De hecho las diferentes disciplinas, religiones, partidos políticos, culturas, etc. se derivan de esas diferencias, de ahí que se hayan proliferado tanto y cada uno se engancha o somete a la que más le acomoda. 

Este me recuerda un  cuento clásico de la india que recientemente leí, aquí se los comparto:

Cada hombre una doctrina
“Era un discípulo honesto y de buen corazón, pero todavía su mente era un juego de luces y sombras y no había recobrado la comprensión amplia y conciliadora de una mente sin trabas. Como su motivación era sincera, estudiaba sin cesar y comparaba credos, filosofías y doctrinas. Realmente llegó a estar muy desconcertado al comprobar la proliferación de tantas enseñanzas y vías espirituales. Así, cuando tuvo ocasión de entrevistarse con su instructor espiritual, dijo: --Estoy confundido. ¿Acaso no existen demasiadas religiones, demasiadas sendas místicas, demasiadas doctrinas si la verdad es una? Y el maestro repuso con firmeza: --¡Qué dices, insensato! Cada hombre es una enseñanza, una doctrina. 
El Maestro dice: Aunque haya muchas vías, en última instancia sigue tu propia senda interior”.


Pero vuelvo y me digo por qué tenemos que seguir a un movimiento artístico, social, cultural, deportivo, político, religioso o lo que sea, con especificaciones que surgieron porque alguien las determinó y le dio buenos resultados. Por qué enmarcarnos en una militancia y acogernos y atenernos estrictamente a ella, sin poder implementar nuestros propios cambios intuitivos, por qué todo tiene que ser tan mecánico y preestablecido, tan cerrado y limitante, por qué no simplemente seguimos libremente nuestra intuición y buscamos por nuestra cuenta nuestro punto de equilibrio interior. Que si bien se trata del mismo equilibrio, no es el mismo punto para todos, y cada uno lo consigue de forma diferente.
 
De ahí imagino que surgen los descontentos, amarguras y frustraciones, al no poder tener paz interior haciendo una cosa que a otros les produce tanta paz interior, nos sentimos impotentes, fracasados, nos dicen que lo estamos haciendo mal, que no es así, que debemos estar infringiendo las reglas, ya que tiene que resultarnos, las estadísticas no se equivocan,  a fulano, a mengano, a zutano y a muchos más les resultó así, los que estamos mal somos nosotros, no hay por qué modificarle nada, y una larga retahíla mas de justificaciones absurdas.
 
Jesús improvisó y le funcionó a su manera, y es muy probable que sí haya caminado sobre las aguas y superado la muerte. A Buda le funcionó de otra manera, y también es muy probable que sí haya alcanzado la iluminación y desarrollado ciertas virtudes, a ciencia cierta solo ellos lo podían saber, a muchos otros de una u otra forma les funcionó también para sus propósitos y trascendieron.
El problema no necesariamente son los antiguos maestros ni sus metodologías, ellos hicieron la suya propia y la usaron bien, el problema estuvo en que los antiguos discípulos no entendieron, no hicieron su tarea bien ni implementaron su metodología propia, solo se conformaron con repetir las mismas enseñanzas y las mismas metodologías de sus maestros ancestrales.


Las instituciones, religiones, las iglesias y sus representantes, etc., se han encargado de transmitirnos el mismo error de los antiguos discípulos de generación en generación, todavía hoy en día nos hablan de los mismos escasos maestros, los de siempre, y se dedican a inculcarnos que hay que imitarlos y seguir sus métodos, parece increíble que a tantos siglos y supuestos avances y desarrollo a “todos los niveles”, se olviden de que tanto ellos como todos nosotros tenemos el potencial necesario para ser nuestros propios maestros y crear nuestras metodologías libremente, y también trascender. 


¿O tal vez lo descubrieron hace muchos años y les conviene que sigamos sin saberlo para poder ejercer un mayor control? Esto es algo que apunta a estar más cerca de la verdad que todo lo demás. 

Mientras seguimos como el papagayo o el loro, repitiendo para ser aceptados en la manada humana, sin saber en realidad por qué ni para qué lo hacemos, haciendo de discípulos cuando podemos ser maestros.       

I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.

domingo, 18 de septiembre de 2016

El océano y el humano

Quiero iniciar esta entrada con este párrafo tomado de “La Palabra Diaria” del día 4 de agosto, ya que de ahí surgió mi reflexión.

“En un día claro, la superficie del océano solo nos muestra un destello de la actividad debajo de ella. Bajo el agua existe un sinfín de expresiones de vida. Tal como las profundidades del océano, mi corazón está lleno de innumerables energías, amor, compasión y mucho más”.


Esta lectura me llevó a pensar en las similitudes del océano y el ser humano. Siempre dejando ver solo lo superficial, reservando sus profundidades para los que deseen explorarlas o los más intuitivos y curiosos, las cuales están llenas de misterios y sorpresas. Generalmente tranquilos y apacibles por fuera, pero con mucho poder y fuerza interior, las mareas vienen y van al igual que los sofocones nos causan subidas y bajadas de ánimo. 

A veces el océano deja salir un poco de esa fuerza y sus aguas se vuelven violentas y peligrosas por causas aparentemente exteriores, lo mismo ocurre con nosotros, por causas aparentemente externas, nos volvemos violentos y peligrosos, pero tanto en el interior del océano como en nuestro interior, subyacen esas causas, que a diferencia con el mar, las podemos controlar y equilibrar con mayor facilidad.

Así como bajo el agua existe un sinfín de expresiones de vida, de la misma forma bajo nuestra piel también subyacen y existen un sinfín de expresiones de vida, tanto vida material como vida espiritual. Mientras el océano es un inmenso manojo de gotas de agua en eterno movimiento, nosotros somos un inmenso manojo de emociones en eterno fluir. El océano tiene su equilibrio en su interior y esto controla y mantiene en equilibrio a la superficie, nosotros también somos así, y si perdemos el equilibrio interior nos desbordamos.


Observar el océano invita a moverte a su compás, o mejor dicho a sentir como te mueves a su compás, con el mismo vaivén de las olas, con el mismo cambio de la marea bajo la influencia de la Luna, nos invita a brillar con los primeros rayos del Sol, a respirar el aire como el respira en cada ola que se rompe o se pierde en la orilla, a ser solidarios al igual que lo hace el océano soportando el peso de los barcos y sustentando la vida, y a ser humildes y agradecidos como él es, al permitir que su vastedad y poder pasen desapercibidos y queden sumidos en las tinieblas al llegar la noche.

Otra lección o semejanza que nos da esta lectura y el océano, es que no debemos juzgar por la superficie de lo que vemos, debajo de las apariencias se esconden un sinfín de condiciones, emociones, situaciones, vidas y sobre todo realidades que no somos capaces de ver ni mucho menos entender.

I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Danzando con la vida

Armonizar con la vida y el universo, es una especie de danza hermosa y cadenciosa que pocos consiguen bailar y perfeccionar. No existe una escuela donde aprender esta danza ni maestros que puedan enseñarte, tu eres esa danza, así que debes saber manifestarla ya que eres tu propio maestro, y cada cual debe sentir y ejecutar los pasos desde el centro de su Ser, y dependiendo del grado de soltura, flexibilidad y entrega con que se hagan estos, será la belleza y cadencia de nuestra danza (esa danza que Somos) y el gozo que nos proporciona (el gozo de Ser). 


Bailar lo hace cualquiera, se trata de dar unos pasos sincronizados y aprendidos mecánica y rítmicamente y disfrutarlo, se baila con el cuerpo, pero danzar solo se hace con el alma y el espíritu, no se enseña ni se aprende, se siente y se deja fluir ese sentir, se armoniza con la naturaleza del Ser y con la existencia misma, con la música del universo, no se disfruta, sino que la danza en sí es el disfrute mismo, porque es la música, el baile, el bailador y al mismo tiempo el espectador, a eso se le llama danzar, a conectarse con estas cuatro esencias al mismo tiempo y fluir con la vida y SER, de seguro que no existe un gozo mayor. 


¿Alguna vez te has preguntado para qué haces lo que haces, y porqué no abandonas lo que no te satisface? 
Si lo has hecho 
¿Has encontrado una respuesta satisfactoria o simplemente lo has dejado ir y seguido tu vida adelante a pesar de los pesares y de la infelicidad?

¿Alguna vez has mirado bailar y ver lo jocoso y hasta ridículo que se ve el baile?, siempre dando los mismos pasos y saltos, haciendo movimientos bruscos y suaves, movimientos mecánicos sin sentido aparente, cuerpos sin alma en aparente diversión.

Pero… ¿Alguna vez has ido al teatro o has visto una danza clásica, como el Lago de los Cisnes o el Cascanueces? ¿Has notado la diferencia con el baile?


Aquí más que los cuerpos los que danzan son el alma y el espíritu, te entregas al papel que representas, lo haces tuyo y lo vives a plenitud, entonces tu cuerpo, tu alma y espíritu se funden armónicamente en una danza espectacular que llega a lo profundo del Ser y del espectador. 


Por más que practiques y ensayes, en el momento decisivo simplemente te dejas Ser y la danza fluye de ti por sí sola, por supuesto esto es así, si de verdad vives a plenitud esa realidad que estas representando y consigues fundir tu cuerpo con tus entidades del Ser y fluir con la música y los espectadores, si no solo eres un simple actor o actriz representando una papel más bajo el telón y no provocas ningún tipo de emoción ni en ti ni en el espectador. 

Lo mismo pasa con la vida, si eres solo un simple actor o actriz y no fluyes con ella y sientes lo que haces con cada fibra de tu Ser, lamentablemente no estás viviendo, solo estas actuando bajo el telón mas hermoso que hay, el cielo y sus diferentes tonalidades y en el escenario más fantástico y deslumbrante del universo, el planeta tierra.

¿Y todavía necesitas un aliciente más para imbuirte en la obra de tu vida y gozarla y colorearla a gusto por el resto de tus días? 

Cuentas con el mejor guión, lo escribiste tú, con el mejor escenario y con una pieza invaluable que no la puede tener nadie más, "Tu Ser"

Entonces ¿Qué esperas para protagonizar tu mejor obra, "Tu vida", y gozarla a plenitud?


Danza con la vida, conviértete en la danza: en el escenario, en el protagonista, en la música y el baile, en el espectador, en el guión y el guionista, en el maestro…, en tu Ser verdadero, y deja salir y fluir a quien realmente Eres y de esa manera… ¡Sé feliz!

I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Con el tiempo...

Aunque el tiempo es un elemento relativo y hasta cierta forma inexistente, en ese plano es casi vital, nos regimos básicamente por el tiempo y de él dependen la mayor parte de nuestras relaciones y evoluciones, trabaja como una guillotina, certero, demoledor, imparable, muchas veces es implacable y otras veces misericordioso, depende de las circunstancias y el tipo de emociones. 
Pero no voy a hablarles del tiempo, ya le dedique hace un “tiempo” (valga la redundancia) una entrada, la pueden  leer aquí: La medición del tiempo.


Esta imagen es muy didáctica, de ella podemos tomar más de una enseñanza: Primero, como trabaja el tiempo, segundo, el amor y respeto a la naturaleza, su cuidado y el aportar buenas cosas para el futuro de las siguientes generaciones. Además dice un dicho que: “De tal palo, tal astilla”, lo que resuena que de tal padre, tal hijo, por eso el buen ejemplo de los padres es primordial a la hora de criar y educar a los hijos, para al menos contribuir con el ejemplo, a que sean personas útiles y sanas para la sociedad y el mundo. 
Algo muy importante que también nos enseña la imagen es el ser agradecidos y saber reconocer los méritos y los aportes de los demás. 

Sembramos una semilla, abonamos la tierra, la regamos y cuidamos, con el tiempo crece y se convierte en un gran árbol, de esa misma forma nacemos, nos alimentan, educan y cuidan, con el tiempo crecemos, pero nuestro crecimiento va más allá de lo físico y lo personal, abarca lo emocional, intelectual y espiritual. 

Junto con el crecimiento del cuerpo, crecen y se desarrollan otros niveles de comprensión y entendimiento, estos aun cuando el crecimiento del cuerpo se ha detenido, continúan creciendo y nos hacen capaces de trascender como especie y evolucionar en el tiempo, con la finalidad de mejorarnos y perfeccionar la naturaleza humana. 




Al pasar de los años somos más selectivos para confiar por los desengaños sufridos, aprendemos a querer menos o mejor, con menos imposiciones y exigencias, menos morbo o malicia, de manera menos obsesiva y posesiva, de forma más serena, sana y afectuosa, aunque continuamos sopesando en la balanza la reciprocidad. 

Eso es en cuanto al cariño y el afecto, pero en cuanto al amor es diferente, el amor no conoce preferencias ni rencores, el verdadero amor no es selectivo, ni vengativo, surge y se da de manera incondicional y con el tiempo llegamos a amar mas y a más personas, ya que se supone que con los años ese amor que llevamos dentro y somos, madure a un nivel de expresión que nada lo amilane o aniquile.

Eso se consigue con la madurez que da la vida, con el desapego, así aprendemos a amar con libertad, conscientes de que nadie es dueño de nadie ni es mejor que nadie, y que la mejor forma de dar y recibir amor es liberándonos de falsos juicios y ataduras mentales y sociales, de intereses bajos y mezquinos.


Con el tiempo, aprendemos primordialmente a amarnos y aceptarnos tal como somos, esto nos abre las puertas para amar y aceptar a los demás y para que a su vez, estos nos amen y nos acepten, todo se vuelve recíproco e ideal, más simple, más moldeable y manejable, armonizamos con la vida y con los demás. 

Creo que así es como debería de ser, la madurez de los años y experiencias vividas a consciencia, nos dan más entendimiento y empatía para llevar una vida tranquila y plena, más apacible, más amorosa. Con el tiempo… si maduramos, todo esto se hace realidad. 

Al menos a mi me está pasando así, personas que antes me eran indiferentes y desconocidas, como decimos en mi país, que no eran de mi reino, ahora me es imposible sentirlas lejanas, mirarlas y no sentir una especie de cariño y ternura hacia ellas, otras veces compasión cuando percibo su rabia interior y su infelicidad. 

He aprendido a quererme y me he puesto muy querendona con los años, siento que mi corazón ha hecho más espacio para el amor hacia los demás, que caben muchas más personas en él, y que atraigo a más personas a mi vida, los veo como realmente son, almas buenas y conectadas a mi alma, quizás menos afortunadas o menos enfocadas en las bendiciones que reciben y más atentas a las carencias que creen tener, pero al fin de cuentas almas que de alguna forma buscan trascender.


I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

Esta entrada fue pubicada en el periódico El Caribe:
https://www.elcaribe.com.do/2020/03/02/correo-de-los-lectores-21/

Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.